domingo, 20 de marzo de 2016

CUANDO DON QUIJOTE HABLA EN GUARANI

Recuerdo algunos padres Argentinos que me dijeron entonces que el Guaraní no duraría mas de 20 años, Profeta, no eran, la verdad".



Bartomeu Melia, un jesuita que convivió con los indígenas en Paraguay, acaba de terminar la traducion de la obra al idioma.
Ha intentado con ahincó adaptar su vida a una genética dispar. "Soy hombre de selva, pero también ratón de biblioteca". Bartomeu Melia , sacerdote Jesuita mallorquín, de 83 años, acaba de concluir la primera traducción al Guaraní de El Ingenio Hidalgo Don Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes. " Es un idioma muy normalizado en Paraguay, donde es lengua oficial de Estado. Lo hice porque me di cuenta de que mis alumnos no lo entendían bien cuando se lo explicaba en castellano". Así que convirtió al Hidalgo manchego en  Kihote, a su noble escudero en Sacho y a la bella doncella por la que suspiran en Ndarusinea.
De cabalgar por esos mundos, Melia, sabe. y de entenderse, también " me defiendo mas o menos en 10 idiomas, sin contar cuatro dialectos que acompañan el guaraní. De todos los que se, el que menos útil me ha resultado siempre ha sido el ingles". Aprendió francés para estudiar filosofía en París; el latín, lo lleva fluido; el italiano le sirvió para defenderse en roma, es que estamos mas o menos en paro, aunque todos los días yo era el primero en entrar al archivo del vaticano". El alemán le sirvió para culminar buena parte de sus investigaciones lingüísticas. El portugués para los 13 años que paso en brasil. el griego, lo va perdiendo, aunque llegue a leer a Sofocles de  corrido.." Finalmente, mallorquina y castellano loe viene de cuna 

La cultura guaraní ha sido su pena y su pasión. “Me adentré a fondo en ella para comprender su cultura y su religión. Nadie había ahondado en esto último. Les han querido convertir desde hace siglos. Muy bien… Pero, ¿de qué?, me preguntaba yo”. Así le fueron reveladas parte de sus creencias. “Tuve suerte, al tercer día me dejaron entrar a sus pequeñas capillas, donde bailábamos, cantábamos y rezábamos la noche entera. Al principio, todos iban en busca del dios del trueno, hasta que me explicaron que el primordial es el que ellos llaman Nuestro Padre o Abuelo (Ñande Rueté o Ñane Ramôi Fusu), que a su vez tiene tres hijos: el dios de la agricultura (Jakairá), el famoso dios del trueno (Tupâ) y el dios profeta (Karaí)”.
De la selva saltaba a su refugio en Asunción. Allí convive hoy con una biblioteca de 8.500 volúmenes, parte de los cuales heredó de uno de sus maestros: León Cadogán, etnólogo y antropólogo paraguayo. Aunque ésta eminencia tenía 11 hijos, adoptó a Meliá hasta tal punto que lo convirtió en su albacea.
El compromiso con las comunidades más perdidas –se calcula que existen unos 110.000 en total dentro del país, asegura Meliá, 60.000 de los cuales son guaraníes- resultaba incompatible con la saña que despertaban en dictadores como Stroessner. Decidió expulsarlo del país junto a otros 10 sacerdotes, cuando el jesuita se decidió a denunciar los descarados intentos de exterminio que originaron las protestas del Gobierno de Jimmy Carter y una portada en la revista Time de 1976. “Los guaraníes siempre han buscado las mejores tierras para instalarse. Eso les hace blanco de muchos acosos. Nos dimos cuenta entonces de que en mitad de la selva estaban abriendo vías. Hoy son lugares donde existen grandes plantaciones de soja”.“Partí río abajo, al fin y al cabo, fuimos unos de los jesuitas que han expulsado siete veces desde tiempos coloniales. Nos quieren lo mismo que a un dolor de tripa. Llegamos hasta Corrientes, en Argentina, allí nadie nos estaba esperando, igual que de Paraguay, nadie nos despidió”. Pudo regresar. Y ha contribuido a fortalecer una lengua que sus propios compañeros de orden no veían con muchas garantías de supervivencia. “Cuando llegué a Paraguay por primera vez, hace 60 años, nos obligaban a aprender una de las lenguas indígenas.Ayer Meliá participó en una mesa que abordó la convivencia del español en el espacio iberoamericano con otros idiomas. Como el guaraní, todavía muy vivos. Y ojalá por mucho tiempo…

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